sábado, 31 de enero de 2009

Segundo puente temporal sobre el río El Ángel. Antes del terremoto, al fondo a la derecha, había una casita de madera.

Para cerrar este capítulo describo la experiencia virtual de la vivencia real...

I. Una cámara y un teclado. Después del evento amigos y ciberamigos gentilmente llamaron para saber sobre la situación de mi familia. Varios me dijeron "¿Verdad que el restaurante donde te casaste se cayó?" Ahí sentí la inquietud de hacer una pausa en la línea que disfruto postear y hacer el experimento de narrar lo vivido desde adentro, usar el blog como una memoria para la comunidad, estrechar lazos y crear nuevos vínculos.

Me sorprendí cuando las entradas fueron catalogadas como información. Colegas bloggers empezaron a referir lectores para que conocieran este punto de vista. Agradezco mucho el apoyo de Conejitos (en Canal 15), el Burro, doña Julia, Cristian, y Hedicho. Además el periódico Vuelta en U recomendó este blog, Libre Periodista hizo un post y REPRETEL, me cuentan, hizo un reportaje sobre blogs con tomas de Ciencia Ficción. Muchas gracias.

II. Twitteando y youtubeando. Había leído que la noticia primero se reporta en twitter. Abrí un canal y estoy sorprendido de la velocidad de la noticia en el mundo de los twitteros. Para saber de primero hay que estar conectado a twitter...

Edité un par de videos llamados "Sarapiquí: Llanura y montaña" y "Volver a Cinchona". Abrí un canal en youtube para compartirlos. La cantidad de reproducciones del segundo me llena de satisfacción porque cada día más personas son testigos de lo que vivió un sobreviviente cuando se reencuentró con lo que el terremoto se llevó.

III. Gestos de Grandeza. En medio de la tragedia fui testigo de la verdadera solidaridad, esa que brota espontáneamente del corazón y que recibe una sonrisa verdadera o un abrazo fraterno por enriquecedora retribución. Hubo muchos actos de grandeza como el del policía que consoló a quien perdió un ser querido, el del señor que llenó su picap de plátanos para donarlo al albergue y el de los muchachos que sobrevivieron al terremoto y cuando bajaron de la montaña fueron a ayudar a la Cruz Roja.

Pero vi algo que me impacto... un viejito que compró una coca cola dos litros, vasos plásticos y se fue a repartir a los policías y tráficos que trabajaban bajo el ardiente sol. Ese viejito me abrió las compuertas.

Sentí la necesidad de agradecerle a alguien. Como si yo fuera el canciller de Sarapiquí le llevé una gaseosa a un señor que estaba trabajando en la emergencia y le dije "muchas gracias por lo que está haciendo por la comunidad, gracias por la amabilidad en el trato de los afectados, gracias por asolearse por nosotros, gracias por soportar los temblores, gracias por su dedicación... Dios lo bendiga" y él me regaló un abrazo.

IV. Efectos secundarios.No saber de amigos y parientes por horas, dormir en las faldas de un cerro con una falla activa, sentir las réplicas, escuchar rumores de avalanchas y de nuevos terremotos, son vivencias que me han arrugado.

Ver el dolor, destrucción y lágrimas de los que perdieron su arraigo, comunidad, patrimonio, forma de vivir, vecinos y familiares me afectó todavía más.

Pero la caminata de Cariblanco a Cinchona me marcó. Tal vez nunca escriba ni describa toda la vivencia. Solo voy a compartir que desde aquel 18 de enero sueño todas las noches que estoy en Cinchona.

Fuente: Ciencia Ficción con Julio Córdoba.

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