sábado, 31 de enero de 2009

Niñas de Fraijanes con juguetes donados. Foto por Batichango y Diamela.

¿Para qué sirve un terremoto?

La única riqueza que hay es lo que un ser humano sea capaz de hacer por otro

El 2009 no se anda por las ramas: primero nos promete catástrofes económicas, luego nos proporciona catástrofes naturales. Nos obliga a mirar a la cara nuestra fragilidad. Nadie pudo dejar de sentir por un momento que ese niño que enterraban era el suyo. O ese padre que desenterraban. Donde hubo gente inocente que se ganaba la vida honradamente, tierra y escombro y la visión surrealista de la cúspide de un techo de dos aguas emergiendo del suelo. ¿Para qué? ¿Para qué sirve el dolor? Para lo que sirve: para aprender a evitar aquello que lo causa, para mostrarnos la dimensión de nuestro daño, para decirnos cuánto mide nuestra fortaleza.

¿Para qué sirve un terremoto que arrastra consigo vidas irreparables, bosques irreparables, riquezas irreparables? Para recordarnos nuestra propia vulnerabilidad y enseñarnos a prevenirla. ¿Qué habría pasado, por ejemplo, si el sismo hubiera tenido lugar en la gran área metropolitana? ¿Cuál habría sido nuestra capacidad de respuesta? ¿Estamos, como país, preparados para una emergencia de semejante magnitud? ¿Y en casa? ¿Saben qué hacer los niños? ¿Sabemos qué hacer nosotros?

¿Para qué sirve un terremoto? Para conocer mejor el mundo: desde aquel que aprovecha las circunstancias para obtener ganancias lucrando con la desesperación ajena, hasta la ciudadana extranjera furibunda que la emprende indignada contra quien no debe, incapaz de comprender cómo en la geografía de la desgracia su pasaporte no le concede su sempiterna superioridad.

Para medir la estatura real de las personas por el tamaño de su entrega: voluntarios, socorristas, cruzrojistas, bomberos (todas esas palabras buenas que tiene el diccionario), los que dieron comida, los que dieron abrigo, los que dieron consuelo.

Y una sola lección: la única riqueza que existe es lo que un ser humano sea capaz de hacer por otro. El resto es oropel.

¿Para qué sirve un terremoto? Para no olvidar que podemos morir en cualquier momento, que la vida es ahora y puede que sea escasa y no hay que dilapidarla en tonterías.

En limpio se escribe la vida, como dijo con poesía Daisy Zamora. Para no olvidar que tenemos a los que tenemos, pero que podemos perderlos, y que no hay que descuidarlos por tonterías.

Y que lo único que puede salvarnos de la crueldad del capitalismo salvaje o de las consecuencias de la furia de la tierra, cabe en otra palabra hermosa del diccionario: solidaridad. Amor al prójimo, como diría un creyente. O más simplemente, amor por los demás.

Fuente: PROA, La Nación

Fuente: Julia Ardón.

No hay comentarios: