miércoles, 15 de abril de 2009

De camino a la Vara Blanca de hoy…


De camino a la Vara Blanca de hoy…

Jorge E. Padilla jpadilla39@yahoo.com
Internacionalista

Aprovechando la semana reflexiva que nos ocupó a todos, me gustaría comentarles la experiencia que tuve al regresar después de muchos meses a la zona de Vara Blanca en Alajuela.

Hoy día, el campo y la belleza de las campiñas se niegan a bajar los brazos en su típico color cafetalero mientras se realiza el ascenso hacia Fraijanes y Poasito. Sin embargo, una vez llegado a estos lugares, el tono cambia y es visible en los rostros de los comerciantes y habitantes de la zona.

A mayor cercanía con el sector del epicentro, el desastre no tiene precedente ni comparación alguna. Restaurantes, “tramos” y pulperías habituales que antes del 8 de enero eran las paradas obligatorias de turistas y visitantes en la zona, son simplemente un recuerdo de una época dorada del turismo de montaña.

Pueblo fantasma. Impacta el absoluto silencio que reina en el centro de Vara Blanca. Es en verdad un pueblo fantasma con aisladas edificaciones en pie. Algunas ventanas que sobrevivieron la furia de la naturaleza hablan a través de rótulos y carteles pidiendo a extraños y conocidos que no se les deje en el olvido. Los asentamientos de emergencia y las casitas de madera nueva contrastan con las ruinas que en su tiempo fueron el proyecto de vida de muchas familias de la zona, que como usted y como yo ambicionaron sanamente un futuro mejor.

El impacto del terremoto va más allá de los daños en la infraestructura de las calles o viviendas; es un desafío psicológico para volver a vivir con esperanza. Bien me lo resumió una comerciante de Poasito al decirme: “nos levantamos cada día con el temor a que todo vuelva a colapsar, pero nos levantamos”. Así de claro es el reto que ellos como lugareños tienen para no morir en el intento, para volver a surgir de los escombros.

Muchos comerciantes se mantienen hasta altas horas de la tarde y entrada la noche con sus productos en sus manos, cansados y agobiados al ver pasar los pocos carros que circulan hoy día por estos barrios y potreros, mientras el plástico es en muchos casos la pared que “protege” del ambiente natural el interior de sus casas.

Llamado a solidaridad. Este es pues, un llamado clamoroso para que nosotros como costarricenses no los abandonemos y, por ende, volvamos a visitar la zona y, en una muestra solidaria, “paremos” a comprar o consumir pequeñas o grandes cosas contribuyendo así a su quebrada economía. Escucharlos en sus problemas y compartir con estos hombres y mujeres jefes de familias por algunos momentos con respeto y solidaridad sus preocupaciones es un noble gesto. Ellos se sienten olvidados.

Toda esta zona necesita atención; hay muchos niños con rostro triste que necesitan sonrisa y esperanza. Cada uno de nosotros puede contribuir con poquito y mucho a la vez, ellos necesitan levantarse de nuevo, la fe en que la zona volverá a reinar poco a poco es algo que nos llama a todos a reflexionar.

1 comentario:

  1. Acá seguimos luchándola a la par de tanta gente buena, valiente y trabajadora.

    ResponderEliminar