sábado, 31 de enero de 2009

23.Ene
El terremoto en la fábrica El Ángel (fotos)

Este post está basado en el testimonio de empleados de la fábrica El Ángel en Cinchona de San Miguel de Sarapiquí, Alajuela.

Fuerte vigilancia. Nunca antes la fabrica El Ángel ha estado tan custodiada. Al fondo de la calle el bus de la compañía, a la derecha vehículos que quedaron atrapados en el terremoto.

El 8 de enero

A la 1 y 21 de la tarde todo brincó. "Fuimos empujados desde abajo". Las paredes se agrietaban mientras los jarabes, siropes y jaleas volaban embarrándolo todo. Los empleados salieron corriendo en medio terremoto y fueron testigos de cómo se destruía el paisaje.

Un grupo vio como la calle en la que corrían se desplomaba, se devolvieron y frente a ellos un terraplén les bloqueó la ruta. Quedaron atrapados. A un lado la fábrica se les podía venir encima y al otro lado tenían el precipio -Gracias a Dios el terremoto paró.

En medio de la incertidumbre se dividieron en dos grupos. Los que vivían en el pueblo de Cinchona corrieron cuesta arriba y los que viven en Cariblanco, San Miguel y La Virgen corrieron en bajada. A estos últimos se unieron los que venían pasando por la carretera.



"Antes y después". La foto de la izquierda es tomada del sito web de la compañía. La de la derecha fue tomada el domingo 18/enero.

Los que subieron el kilómetro y medio se toparon, saliendo no más, con terraplenes y sin carretera. Cortaron camino por los jardines de la casa de los dueños. Bordearon el terraplén de la soda la Estrella, siguieron por un potrero y llegaron a la debastada Cinchona. Ahí se unieron a los suyos y durmieron en el fresal (lo vivido en Cinchona ya fue narrado en este blog).

El otro grupo, los que bajaron los 5 kilómetros, también hicieron una ruta de pánico (en mi opinión "de más pánico"). A la izquierda tenían la montaña falseada, en frente terraplenes y la angosta carretera agrietada, a la derecha el intimidante guindo (donde cayeron los árboles se ve el fondo). Como si fuera poco las fuertes réplicas eran constantes (en el epicentro cada réplica es como otro terremoto).

A punto de llegar a Cariblanco, en la última vuelta, descubrieron que el puente El Ángel (el mismo que el río se volvió a llevar el martes) había sido arrasado por la cabeza de agua (lodo). Hubo un debate pero concluyeron que cruzar el barreal era casi suicida. Para el grupo (principalmente compuesto por señoras) ese fue el peor momento porque, a pesar de atravesar todos los obstáculos, no podían llegar a su destino. Lo tenían en frente pero debían devolverse.

El trayecto de vuelta era peor. Ahora iban cuesta arriba, pero agravado por las fuertes réplicas, sin agua, con heridas sin tratar y la incertidumbre de no saber de la familia. Un herido muy grave estaba en ese grupo, era transportado por dos compañeros en una tabla o férula. El retorno duraría dos horas ya que el agotamiento, deshidratación y movimientos del terreno complicaban más la travesía.

Hicieron el campamento en un guayabal, un kilómetro antes de llegar a la fábrica. En unas bodeguitas de madera, utilizadas para guardar las herramientas, acomodaron a los heridos graves y mujeres con niños en brazos (recordemos que hubo personas que iban en carro y quedaron entre derrumbes).



Fotografías del 18 de enero. Aquí acamparon los empleados del Ángel. En la imagen de la izquierda don Coqui sube a Cinchona, al fondo se ve lo que creo que es el Cerro Congo. A la derecha la casita que sirvió de refugio para heridos y señoras con bebés en brazos.

Por medio de celulares, rumores de gente que se topó con otra gente en la calle y un radio de baterías se enteraron de un fuerte temblor en Poás. Vieron pasar un helicóptero, hicieron señas... y se sentaron a esperar. Al caer la tarde organizaron un grupo para ir a la fábrica a traer baldes con agua. Los señores que tomaron la misión de traer agua caminaron ida y vuelta por la parte más alta, falseada e intimidante de la carretera. No dejo de lado que tuvieron que entrar a la dañada estructura para buscar y llenar los baldes.





Intimidante. Tramos de la calle cayeron al precipio. Parte de la fábrica cayó a la calle. Ahora se puede ver el río Sarapiquí (clickee para agrandar)

Durante la noche uno de los dueños trajo galletas y sirope. Esa sería la única comida entre el almuerzo de aquel mediodía y la llegada a San Miguel de Sarapiquí, al día siguiente. Como dato curioso ninguno de los empleados con los que conversé sabe de dónde salió ni para dónde se fue el señor que les llevó las provisiones. Según ellos podría haber estado en una de las casas con los otros dueños, pero éstas habían quedado dañadas.

Entrada la noche hicieron fuego para calentarse y protegerse ya que se escuchaba el coyote. Luego enfrentarían el frío porque la temperatura descendió y llovió. Un par de focos eran tratados como el mejor tesoro. En la madrugada, en lo peor del frío, pegaron espalda con espalda, sentados en círculos, para tratar de calentarse. Oración, llanto y desesperación rompían el silencio.

En la mañana llegó un grupo de rescate. Les dijeron que debían cruzar el río El Ángel porque el transporte aéreo era para Cinchona, que solo podían llevarse a los heridos graves. Eso mermó el grupo porque hubo señoras que bajaron otra vez para cruzar el lodasal agarradas de mecates. El resto se quedó en el sitio a ver qué pasaba.

Entrada la mañana inició el rescate aéreo. Una empleada con entrenamiento en primeros auxilios se encargó de hacer la lista de evacuación y administraba la fila. En los primeros vuelos mandó a sus familiares hasta que sobrevino la protesta y , sin perder la decencia, hubo enjaches así como una reorganización de la fila.

El vuelo Cinchona-San Miguel dura de 2 a 3 minutos. Más o menos a las 3 de la tarde salió el último grupo en helicóptero.

Fuente: Ciencia Ficción con Julio Córdoba.

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