Llegar al muelle del río Sarapiquí en Puerto Viejo fue diferente porque esta vez no me ofrecieron un tour. Donde antes funcionaba el sistema de botes a los poblados de la frontera así como los paseos turísticos es ahora un lugar desolado.
El río luce sumamente sucio y tiene un olor desagradable. Los capitanes de las lanchas se quejan por la situación. Aunque el terremoto movió gravemente la tierra de San Miguel de Sarapiquí hacia Heredia, el lodosal posterior y la ausencia de carreteras está ahogando las fuentes de trabajo vinculadas al río.
Para los boteros la situación se resume así:
- Sin camino los turistas no pueden venir.
- Sin vida en el río no hay atractivo que disfrutar.
- Con el lodasal del río no se puede navegar porque daña los motores.
- Con menos profundidad ahora el cauce se hace más pequeño y habrá todavía más problemas de inundaciones en el invierno.
Fuente: Ciencia Ficción con Julio Córdoba
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