La pobreza le pesa y le duele a Agustina Gutiérrez, vecina del distrito Veintisiete de Abril, en Santa Cruz, Guanacaste.
Guanacaste, tierra de contrastes
Agustina Gutiérrez habló con La Nación desde la ribera del río Arenal (que a su vez es su jardín y su patio). La entrevista se hizo, literalmente, a grito pelado ante la falta de un puente.
Le pesa porque en su casa no hay trabajo estable y, por ende, ni tampoco ingresos fijos ni comidas periódicas para los 22 miembros de su familia.
Adicionalmente, esta mujer de piel curtida por el sol de la pampa lidia a diario con un vecino que añade carga a su pobreza: el río Arenal, que bordea su rancho de latas destartaladas, le corta el paso hacia la pulpería, la parada de buses y el centro médico.
Para cruzarlo, esta numerosa familia echa mano de una cuerda que guinda entre su casa y un árbol al otro extremo del cauce; o a nado, cuando el hambre espolea los estómagos.
La historia de carencias de esta mujer y sus 21 familiares es común para los 119.327 habitantes de Guanacaste que la Encuesta de Hogares del año pasado identificó como pobres, de un total de 316.634 residentes.
Es decir, mientras en esta provincia cuatro de cada 10 personas no tienen el ingreso suficiente para satisfacer sus necesidades básicas de comida, salud o ropa, en el Valle Central esa relación es de dos por cada decena.
Los índices de desempleo revelan la misma desigualdad: mientras en Guanacaste la Encuesta encontró una tasa de desempleo abierta del 9,6%, en el resto del país es de 7,3%.
Grandes paradojas. Para Jorge Vargas Cullel, investigador del Estado de la Nación, este panorama es reflejo de las “enormes paradojas” que hay en una provincia que genera la tercera parte de los ingresos de Costa Rica en materia turística.
Además, Guanacaste aporta el 35% de la electricidad que se genera en el país, informó el ICE.
Y no hace falta escarbar mucho para encontrar otras paradojas en este territorio: a escasos kilómetros del rancho de Agustina Gutiérrez, en el mismo cantón de Santa Cruz, se encuentran los hoteles cinco estrellas RIU, Paradisus Conchal y JW Marriott.
Las tarifas en estos hoteles se cotizan –para reservación en estos días– por encima de los $100 en ocupación doble, según un sondeo efectuado la semana pasada.
No muy lejos de la vivienda de esta mujer, de 53 años, también se encuentra Tamarindo, sede de lujosos complejos de condominios y prolija actividad comercial.
Entre las construcciones se cuelan centros comerciales y torres de apartamentos abandonadas o con rótulos de alquiler.
Duro impacto. Una de estas obras que destaca es Tamarindo Oasis, un enorme complejo de usos mixtos (comercio y residencias), que sus desarrolladores abandonaron en el año 2009, en la cresta de la crisis. Allí trabajaban cerca de 100 personas.
Agustina Gutiérrez comentó que un yerno trabajó en esta comunidad, pero quedó desempleado.
Cifras aportadas por la Cámara de la Construcción revelan que en el primer semestre del 2008 se levantaron en la provincia 587.814 metros cuadrados (m²) destinados a bodegas, edificios comerciales, condominios, residencias y hoteles, entre otros.
En el mismo período del 2009 este número cayó a 183.917 m² (un 70%). En el 2010 repuntó un 56% (a 287.510 m²) y volvió a caer un 20% (229.893 m²) en los primeros seis meses del 2011.
Ante tales circunstancias, la depresión afectó las arcas de las 11 municipalidades guanacastecas y un concejo municipal de distrito (Colorado), según datos aportados por la Contraloría General.
Aunque del 2008 al 2010 aumentó la recaudación, también se incrementaron la morosidad y los dineros por cobrar.
En turismo, la crisis se reflejó en la merma en la llegada de visitantes por el aeropuerto Daniel Oduber. Datos de la Dirección General de Aviación Civil señalan que en el primer semestre del 2008 esa terminal registró el ingreso de 259.193 pasajeros, número que bajó a 225.775 (13%) en el mismo lapso del 2009.
En el primer semestre del 2010 la entrada de extranjeros se elevó un 16% (262.319), y en el mismo período del 2011 la cantidad creció a 321.119 (un alza del 22%).
Allan Flores, ministro de Turismo, es optimista con el futuro de la provincia, aunque reconoce los retos que existen para que la riqueza en Guanacaste se extienda a más pobladores, en especial en las áreas de educación y empleo.
Esta es la esperanza de Agustina Gutiérrez, quien, a pesar de su evidente estrechez económica, no deja de enviar a la escuela a sus nietos, aunque sea con el estómago vacío y el peligro de cruzar el río Arenal a punta de cuerda.